Por Mariana Traussnigg
Economista, Especialista en Organización y Gestión, Magister en Dirección Educativa.
LA MUJER EN LA ECONOMÍA
Las mujeres representan la mitad de la población mundial y por lo tanto la mitad de su potencial. La acumulación de capital humano incluyendo el potencial femenino produce mejoras para el desarrollo económico mediante la ampliación de las capacidades productivas totales de una población. Cada vez más, gobiernos y líderes empresariales prestan más atención a este motor económico, social y financiero. Cada vez más las voces de las mujeres se hacen oír a través de la conformación de nuevas y diversas asociaciones sociales, empresariales o políticas.
Las estadísticas referidas a la participación de la mujer en la actividad económica muestran algunos datos para su consideración. En principio es alentador saber que América Latina y el Caribe ha cerrado al 72 %[i] de su brecha de género total. Si bien consiguió paridad de género en educación primaria y secundaria y en salud y supervivencia, en el ámbito laboral, económico y político sigue siendo materia pendiente.
El trabajo de la mujer es un factor crítico para el crecimiento económico. Se estima que el producto Interno Bruto (PIB) de la región crecería US$2,5 billones si la brecha de género en participación laboral se cerrara completamente.
La diversidad de género en el liderazgo de las empresas es rentable. Las empresas que cotizan en bolsa en esta región y que cuentan con una o más mujeres en sus comités ejecutivos, presentan una rentabilidad del capital (Return on Equity, ROE) 44% mayor y un margen operativo sobre ventas (EBIT) 47% superior a aquellas que no incluyen a mujeres en dichas posiciones. A pesar de ello, la representación de mujeres en cargos de liderazgo es limitada en la región. Las mujeres ocupan tan solo el 8,5% de los directorios y el 4,2% de las presidencias y direcciones ejecutivas (CEO) de las empresas que cotizan en bolsa.
En la primera década del siglo XXI, los ingresos del mercado laboral femenino redujeron un 30% la pobreza extrema y un 28% la inequidad en la región[ii] de acuerdo al BID.
Para hablar de la economía y el género es necesario abordar el tema desde la brecha de género para comprender sus implicancias en el impacto de la economía global.
LA BRECHA DE GÉNERO
El análisis de la brecha de género permite comprender el estado actual para América Latina y nuestro país, se mide mediante el Índice Global de Brecha de Género[iii] el cual es un índice creado por el Foro Económico Mundial con el objetivo de medir la magnitud de la disparidad de género. El índice analiza 14 indicadores divididos en cuatro subcomponentes:
(i) Participación Económica y Oportunidades;
(ii) Logros Educativos;
(iii) Salud y Supervivencia;
(iv) Empoderamiento Político.
El índice toma un valor entre 0 y 1, indicando el valor 1 total paridad de género entre el hombre y la mujer, de acuerdo a Schwab et al.,2016.
Si observamos los valores a nivel mundial vemos que el mismo oscila entre 0.77 y 0.68, el ideal es 1 lo que implicaría una paridad total entre hombre y mujer. Si observamos las brechas desagregadas por subcomponentes vemos que alcanza esos valores por los logros educativos y la salud y supervivencia. Sin embargo, la participación económica y oportunidades tiene un valor de 0.58 y el empoderamiento político tiene un valor más bajo aún de 0.241. De esta manera se concluye que hombres y mujeres lograron cerrar la brecha en cuanto a los logros educativos y las cuestiones referidas a salud y supervivencia quedando un largo camino para equiparar la participación económica y política.
La siguiente tabla muestra los índices a nivel mundial, desagregados por los cuatro subcomponentes. Ordenados de manera ascendente Europa Occidental muestra los valores más altos de paridad y Medio Oriente y Norte de África los más bajos.
Los primeros cuatro países son Islandia, Noruega, Finlandia y Suecia. Los cuatro últimos son Omán, Yemen, Papua New Guinea y Vanuatu.
Tabla 1: Tabla de Brecha de Género global
WEF- The Global Gender Gap Index, GGGI – Septiembre 2020
Argentina y la brecha de género
Para Argentina la brecha global de género es de 0.746[iv], y se ubica Nro. 30 de 153 países. Es decir, que tenemos valores similares a algunos países de Europa y por encima de EE.UU quién esta ubicado en la posición 53.
En los últimos 14 años Argentina a logrado avances significativos en la reducción de la brecha global de casi el 10% sobre todo en los componentes que nos importa destacar en este informe: “la participación económica y oportunidades” y en “la participación política”. Sin embargo, la brecha sigue siendo significativa y la igualdad de género en el ámbito laboral y en el campo económico sigue siendo un desafío pendiente.
Tabla 2: Índice Global de brecha de género para Argentina, valores 2020, desagregado por subcomponente.
Elaboración propia en base a datos de WEF- The Global Gender Gap Index, GGGI.
Mercado laboral
La década de los 90 fue muy importante en cuanto a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. En las últimas décadas se observa una desaceleración en la participación laboral femenina y persistencia de segregación ocupacional en cuanto a tipos de empleo.
Durante los 90, la tasa de participación de las mujeres creció, en promedio, 0.9 puntos por año. A partir del 2000, el ritmo de crecimiento se redujo 0.3 puntos por año. Varios estudios han identificado que las barreras para la participación de la mujer en la fuerza laboral incluyen:
· Falta de políticas de conciliación laboral y familiar
· Discriminación ejercida por los empleadores
· Expectativas culturales de su papel como cuidadoras y mantenimiento de roles de género tradicionales en el hogar.
Si bien el ingreso de mujeres en el mercado de trabajo alcanzó un nivel del 68%, este crecimiento fue insuficiente para cerrar la brecha con los hombres, cuya tasa de participación permanece constante en torno al 95%.
Las mujeres reciben salarios más bajos que los hombres. En América Latina y el Caribe los hombres ganan un 17% más que las mujeres a pesar de poseer el mismo nivel educativo. Las mujeres ocupan sólo el 33% de los empleos mejor remunerados de la región[v]. A su vez, una mayor proporción de mujeres que de hombres percibe salarios por hora inferiores al mínimo legal (49% y 43%,respectivamente).[vi]
En parte, las brechas salariales se deben a la existencia de altos niveles de segregación ocupacional. Las mujeres tienden a concentrarse en trabajos de menor productividad tradicionalmente considerados “femeninos”. Por ejemplo, mientras 7 de cada 10 mujeres están empleadas en el sector servicios. Sectores no tradicionales, como la construcción, transporte y energías renovables, sólo cuentan con un 3%, un 12% y un 35% de mujeres, respectivamente.[vii]
El desempleo femenino fue del 10.7% para Argentina según datos del Banco Mundial.[viii]
La representación de las mujeres en cargos de liderazgo en el sector privado es limitada.
A nivel global, las mujeres ocupan uno de cada cuatro cargos ejecutivos. Normalmente, estos son cargos de apoyo como directoras de recursos humanos (23%) o directoras financieras (19%). En América Latina y Caribe, apenas el 21% de las Pymes formales cuentan con una mujer como máxima directiva (Directora Ejecutiva o Directora de Operaciones) a pesar de los incrementos en los rendimientos de las firmas que expusimos precedentemente.
Algunas de las barreras a las cuales se enfrentan las mujeres para llegar a estos puestos son:
· Sesgos conscientes e inconscientes en los procesos de contratación y evaluación de desempeño laboral.
· Falta de competencias blandas, como la menor tendencia de negociación de las mujeres respecto a sus pares masculinos.
· Falta de acceso a redes profesionales informales y formales.
El acceso al crédito y al mercado financiero es limitado a las mujeres emprendedoras y empresarias.
La gran mayoría de las empresas dirigidas por mujeres no consiguen crecer más allá de la categoría de microempresas o salir de la economía informal. América Latina y Caribe presenta una de las mayores tasas de mujeres emprendedoras del mundo[ix]. Sin embargo, las compañías que pertenecen a mujeres tienen entre un 9% y 36% menos empleados que aquellas que pertenecen a hombres.
Las razones principales detrás de estas brechas son:
· Dificultad para acceder a redes y mercados para sus productos
· Dificultad para acceder a formación y servicios de desarrollo empresarial
· Falta de acceso al crédito y otros tipos de financiamiento
· Activos de menor valor que conducen a mayores requisitos de garantías
· Rol primario en el cuidado del hogar
· Concentración de empresas lideradas por mujeres en sectores como el comercio y servicios y poca representación en sectores de alta productividad.
Comercio y Mujer
La igualdad de género constituye un componente fundamental para el desarrollo económico de los países[x] según afirma el Banco Interamericano de Desarrollo. Particularmente el estudio de los vínculos entre género y comercio tomó impulso en los años noventa con la implementación de políticas de liberalización e integración comercial. Respecto al comercio en si cabe preguntarse si tiene impactos diferenciados por género o no, si el comercio disminuye, replica o aumenta las desigualdades entre hombres y mujeres y por último cuáles son los principales canales mediante los cuales esto ocurre.
La situación de la mujer en el comercio como consumidora, empresaria o trabajadoras no puede ser minimizado, desde una perspectiva de negocios, la mujer influencia entre el 58% y el 73% del gasto en los hogares.
La mujer en el Comercio Internacional
Teniendo en cuenta los enfoques de las ventajas comparativas del comercio internacional se afirma que la apertura comercial conlleva mejoras en el mercado laboral femenino en términos de participación y salarios.
Según diferentes autores, los países en desarrollo cuentan con abundante mano de obra de baja calificación y hacen uso intensivo de esta. Como las mujeres forman parte importante de trabajos de esta calificación con la apertura comercial la demanda de empleo femenino aumenta, así como su salario relativo.
Según Becker (1957) se indica que la apertura comercial disminuye la discriminación de género en el mercado de trabajo. Debido al aumento de la competencia externa, las empresas deben aumentar su competitividad ajustando costos, entre ellos, el diferencial salarial mayor pagado a los hombres. En consecuencia, la apertura comercial genera una reducción de la brecha salarial de género.
Sin embargo estos dos motivos por el cual el comercio internacional disminuye la brecha parten desde una situación desfavorable de la mujer por su alta participación en tareas mano de obra intensivas de baja calificación y por salarios bajos. Por eso es importante analizar el proceso por el cual el comercio puede beneficiar a las mujeres y trabajar en medidas que ayuden a capitalizar esos beneficios en pos de ventajas y no basados en desventajas existentes.
Otro canal asociado a las actualizaciones tecnológicas indica que el aumento del comercio beneficia a las mujeres en términos de empleo, dado que la mejora tecnológica asociada a la producción, complementa las menores habilidades físicas de las mujeres y elimina este limitante para su contratación.
Las mujeres como empresarias tienen mayores desafíos que los hombres para aprovechar los beneficios del comercio. En la región sólo 1 de cada 5 empresas exportadoras está administrada por una. Esto se debe principalmente a los obstáculos que deben atravesar como empresarias y emprendedoras.
En relación a los hombres, las mujeres cuentan con más trabas regulatorias; menor acceso al capital y a los mercados internacionales; manejan empresas de menor tamaño por lo que enfrentan costos de transacción mayores; y deben lidiar con una desconexión entre la educación que reciben y las competencias que precisan para salir exitosamente al mundo. Todo esto mientras realizan mayor trabajo no remunerado en el hogar.
Las nuevas tecnologías, el boom del comercio electrónico y la incorporación de cláusulas de género en los acuerdos comerciales les brindan a las mujeres más herramientas para poder beneficiarse del comercio internacional, pero no son suficientes para abordar las cuestiones de fondo. La desigualdad de acceso a oportunidades continúa siendo un problema fundamental en la población femenina. Frente a este desafío, cobra principal importancia trabajar en reducir las brechas de información y evidencia.
El contenido de empleo femenino en las exportaciones e importaciones representa alrededor de un cuarto del total en Argentina, Brasil y Uruguay; siendo que su participación en la fuerza de trabajo total es superior al 40%. La estructura del empleo femenino contenido en las exportaciones por años de educación muestra un predominio de las escolaridades medias (7 a 12 años de educación), seguidas por las bajas en Argentina y Brasil (hasta 6 años de estudio formal) en el contenido de empleo de las exportaciones, siendo que, en el empleo femenino total, es más abundante la educación alta en Argentina y media en Brasil[xi].
Como comparación a nivel mundial, sólo una de cada cinco empresas exportadoras está liderada por una mujer emprendedora. Las empresas lideradas por mujeres tienden a ser más pequeñas, por lo que suelen carecer de los recursos para expandirse a los mercados internacionales. Además, debido también a cuestiones de tamaño, las empresas de propiedad de mujeres sufren desproporcionadamente los costos fijos y medidas no arancelarias[xii]
La pandemia y su impacto en la mujer.
La situación de crisis exacerba las brechas de género colocando a las mujeres en una situación más vulnerable que a los hombres. La situación exige políticas públicas que en su diseño contemplen los efectos diferenciados de la pandemia sobre las las mujeres.
La pandemia afecta de manera diferente a las mujeres porque la distribución de tareas en el hogar es desigual y ellas absorben una carga del trabajo no remunerado sustancialmente mayor que los hombres. El cierre de las escuelas, el confinamiento y el mismo coronavirus están incrementando el tiempo requerido para el funcionamiento del hogar. Con mucha más frecuencia, son las mujeres quienes deben conciliar el trabajo remunerado con el trabajo doméstico y de cuidado de niños, adultos mayores y enfermos.
Tabla 3: Porcentaje del tiempo dedicado al trabajo no remunerado de los hogares:
Fuente: Cálculos propios con base en Cepal y OCDE.
Las mujeres trabajadoras en América Latina y el Caribe está empleada en los sectores de comercio, restaurantes y hotelería, los más afectados por la pandemia, además suelen tener empleos informales sin cobertura social o protección de la legislación laboral.
Además, muchas de las ocupaciones tradicionalmente femeninas son especialmente vulnerables ante las medidas de distanciamiento social que impiden la continuidad de su actividad laboral y, por tanto, de sus ingresos.
La disminución de recursos en los servicios de salud sexual y reproductiva dejan a las mujeres con menor acceso a la atención sexual preventiva, prenatal y materna que pueden verse afectado ante situaciones de crisis sanitarias, a medida que los casos de contagio, las prioridades y los recursos se desvíen para atender la pandemia.
Por último, el aumento de la violencia contra la mujer, los niños y las niñas durante el confinamiento es otro factor contra el género.
La pandemia y las recomendaciones de políticas activas.
La pandemia ha puesto en evidencia asimismo el rol central de la mujer en el cuidado del hogar, de las personas y en su participación en el ámbito de la salud. Pero también en su rol de empresarias y trabajadoras en proyectos que ansían volver a poner en marcha para la recuperación económica familiar y en su consecuente impacto agregado, en la economía de cada país.
Hay que remarcar la importancia de sostener la infraestructura social, además de económica en la post pandemia. Eso incluiría políticas inclusivas que tienden a un desarrollo económico y social sustentable, más justo, donde independientemente de la raza, etnia, género, edad, educación, riqueza o región geográfica, puedan beneficiarse todas las personas.
Desde ese lugar la inversión en infraestructura social y políticas favorables a la familia; reforzar y acelerar los avances en las competencias de la fuerza laboral de las mujeres a través de la educación profesional y vocacional; e invertir en el desarrollo de empresas propiedad de mujeres[xiii] en todos los países son los puntos a considerar especialmente.
Conclusiones
Está comprobado que la incorporación de la mujer a la economía mejora el desarrollo económico y produce un crecimiento del PBI. Los países ricos y desarrollados tienen paridad de género en sus cuatro componentes principales: Educación, Salud, Economía y Participación Política. En este contexto, nuestro país se ubica en la posición 30 sobre 153 países evaluados, pero le queda un camino por recorrer en cuanto a lograr mejores oportunidades laborales y participación económica y política para la mujer. Es decir, estamos bien posicionados porque hemos logrado paridad en el acceso a la educación y a la salud, pero queda pendiente equilibrar la paridad en los otros dos aspectos fundamentales también como el económico y político.
El comercio internacional ofrece oportunidades de mejora para la mujer siempre que no sean basadas en la competencia internacional por los bajos costos salariales o los trabajos menos calificados, donde suelen ubicarse y que abaratan el costo comparativo en la producción de bienes y servicios.
Por ello es muy importante trabajar en los siguientes aspectos para posicionar a la mujer:
· Mejorar el acceso a redes y mercados para sus productos
· Acceso a formación y servicios de desarrollo empresarial
· Acceso al crédito y otros tipos de financiamiento
· Tener la propiedad de activos de mayor valor que conducen a menores requisitos de garantías
· Compartir el rol en el cuidado del hogar
· Las nuevas tecnologías, el boom del comercio electrónico y la incorporación de cláusulas de género en los acuerdos comerciales les brindan a las mujeres más herramientas para poder beneficiarse del comercio internacional
· Generar sugerencias y políticas activas sobre infraestructura social, además de la infraestructura económica en los planes de recuperación post pandemia que incluyan todo lo anterior.
Se debe entender que todas estas afirmaciones no resuelven por sí solas el problema de fondo. No son condiciones suficientes, pero si necesarias. No son excluyentes ni definitivas, pero necesitamos del acompañamiento de políticas públicas de Estado, y de gobierno, que encuadren estas iniciativas, así como un ejercicio activo de lo privado y lo público para sentar conciencia y para que además de las voluntades haya acciones específicas.
No es necesario aclarar que las condiciones adversas en general, sean guerras, pandemias o crisis siempre golpean a los grupos más vulnerables. Luego las estadísticas y los estudios siempre van a reflejar en sus cifras lo que resulta en sí obvio y natural. Por ello no hay que buscar demasiadas justificaciones para entender que el sentido del trabajo debe ir en pos de equiparar las oportunidades de las personas que tengan una situación desfavorable.
[1] Elaboración propia en base a datos de Global Gender Gap Report 2020. WEF
[1] Banco Mundial. 2012a. «The effect of women’s economic power in Latin America and the Caribbean. Latin America and the Caribbean poverty and labor brief.» http://documents.worldbank.org/curated/en/731771468010902462/The-effect- of-womens-economic-power-in-Latin-America-and-the-Caribbean.
[1] El Global Gender Gap Index, GGGI, por sus siglas en inglés.
[1] Según valores 2020, Informe anual WEF (World Economic Forum). The Report and an interactive data platform are available at http://reports.weforum.org/global-gender-gap-report-2020/dataexplorer
[1] Ñopo, Hugo. 2012. New century, old disparities: Gender and ethnic earnings gaps in Latin America and the Caribbean. World Bank Publications.
[1] BID. 2017. «Estadísticas estandarizadas de América Latina».
[1] BID. 2017. «Estadísticas estandarizadas de América Latina»; IRENA. 2016. «Renewable energy and Jobs. Annual Review».
[1] Global Entrepreneurship Monitor. 2017. «The 2016 Global Entrepreneurship Monitor (GEM)». http://www.gemconsortium.org/report/49812.
[1] BID, 2015; WTO, 2017
[1] (Azar, Espino y Salvador, 2009).
[1] (ITC, 2015).
[i] Elaboración propia en base a datos de Global Gender Gap Report 2020. WEF
[ii] Banco Mundial. 2012a. «The effect of women’s economic power in Latin America and the Caribbean. Latin America and the Caribbean poverty and labor brief.» http://documents.worldbank.org/curated/en/731771468010902462/The-effect- of-womens-economic-power-in-Latin-America-and-the-Caribbean.
[iii] El Global Gender Gap Index, GGGI, por sus siglas en inglés.
[iv] Según valores 2020, Informe anual WEF (World Economic Forum). The Report and an interactive data platform are available at http://reports.weforum.org/global-gender-gap-report-2020/dataexplorer
[v] Ñopo, Hugo. 2012. New century, old disparities: Gender and ethnic earnings gaps in Latin America and the Caribbean. World Bank Publications.
[vi] BID. 2017. «Estadísticas estandarizadas de América Latina».
[vii] BID. 2017. «Estadísticas estandarizadas de América Latina»; IRENA. 2016. «Renewable energy and Jobs. Annual Review».
[viii] https://data.worldbank.org/indicator/SL.UEM.TOTL.FE.NE.ZS
[ix] Global Entrepreneurship Monitor. 2017. «The 2016 Global Entrepreneurship Monitor (GEM)». http://www.gemconsortium.org/report/49812.
[x] BID, 2015; WTO, 2017
[xi](Azar, Espino y Salvador, 2009).
[xii] (ITC, 2015).
[xiii] https://www.chathamhouse.org/2020/09/covid-19-gender-gap/2-economic-recovery-action-plan-immediate-strategies
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